Lyrica 75 mg
Soy el poema que el llanto diluye
premisa de sueños borrosos
que no puedo ver
por el astigmatismo.
Mi alma convulsiona de modo permanente
no soy epiléptica.
Habito un rostro que grita
el silencioso dolor
minúscula electrocución por minuto
en sus autopistas neuropáticas.
Las punzadas de miedo
surcan mis mejillas osadía
rodean mis ojos huracán
y atraviesan mi mandíbula de lata reciclada.
Pero todos los días debo respirar
actuar y ser alguna yo.
Entretanto…
La Pregabalina me la ofrendan en el hospital
dos líricas de 75mg. por día.
Una para asumir la mañana
preámbulo
del día descalzo sobre el fuego
en este incendio de ciudad
nervaduras sin cubierta.
Otra para la noche
abrebocas del sueño inducido
olvidar el horror
que trae la conciencia
de no ser una piedra.
Cuando el trigémino hace de las suyas
en mi rostro de no creer
el fármaco dialoga con mis nervios
abarcan esta cara como una armadura
la abrazan líricamente con sus fallas.
En esos instantes
de típico desasosiego femenino
observo el empaque de la muestra médica
asombra la belleza de su nombre
el más hermoso posible
¡Lo juro!
para un fármaco anticonvulsionante
-especial para poetas- me dije.
¡Oh¡ Lyrica 75mg.
en tus componentes encomiendo
la música de mi espíritu
el fulgor de mis ojos
y la tendencia de mis palabras.
La última palabra
Una hoja seca cae
sobre mi mano que cierro
para regalarme el crujido de la tierra.
Una planta crece
en la comisura del andén
otra se yergue orgullosa
en la grieta del muro enmohecido.
Aquella laguna sobre la montaña
sabe aquietarse para permitir
el violento romance de las libélulas.
Un reloj averiado
hallado en el basurero
por un niño descalzo
que detuvo el tiempo en su muñeca.
La fotografía de un muerto
que fue tan amado
descubierta en la billetera.
El pan viejo que calma
la fatiga del desposeído esta noche.
Una casucha a punto de caerse
en la periferia del abandono
mientras una familia ríe dentro
sublimando la gracia
de tenerse unos a otros.
La carta de amor recibida
en el instante solitario del alba
en que solías considerar
abandonar el mundo por tu cuenta.
Estar aquí
desapercibida
navegando el iris húmedo de esos ojos
escudriñando en alguna de sus orillas
un pretexto para amarlo.
El instante del peor recuerdo de infancia
que se olvidará mañana
con el primer despunte de luz
sobre tus heridas.
El regalo de un libro que nadie leyó
pero estaba bien escrito.
Ese café justo antes de enfriarse
al primer sorbo de amor en la mañana.
El aleteo final de una mosca
antes de aterrizar en la sopa caliente
que no apetecías.
Los zapatos viejos en su último andar
por las calles de la indiferencia.
Aquel tacto sin titubeos
en la piel de quien aún merece ser amado
pero lo ignora.
Ese sabor del cigarrillo
antes de alcanzar el filtro de la muerte.
El olor obsceno de la vida
antes del que parecía y no fue
el último aliento.
El momento intuitivo y noble
sientes haber dicho todo
a la vez nada
y escribes para que nazca
con anhelada belleza concedida
la última palabra del poema.
Destinatarios
Escribo para quienes dentro
perciben la falta de algo valioso
se dejan tentar por desmanes y misterios
latentes en el rostro del vecino
quisieron ser
no fueron.
Los postergados
segundas opciones
esos que viajan siempre en bus
tienen los mismos tenis rotos de hace cinco años.
Escribo por los que no tienen ni idea
para quienes la valentía es algo que
aún desean conocer.
Para los que ignoran una biblioteca por dentro
en las repisas de sus casas
más porcelanas que libros.
Escribo para las madres
esperan ficha en Bienestar Familiar
para radicar una demanda por alimentos.
Nunca disponen tiempo para leerme.
Por las abuelitas, rostros del tiempo
aún con fuerzas para cocinar
el potaje milagroso de todos los días
mientras sus nietecitos adolescentes
retuercen su intelecto por tender una cama, cocer un arroz.
Por los extraviados entre faldas y vahos impúdicos
juegos o sumisiones peligrosas
ideologías, dogmas, fanatismos
libros, grandes autores o poetas.
Especialmente escribo
para una buscona irrecuperable de sosiego.
Nunca lo encuentra.
Para mí
mi otra yo
la misma de siempre
la común
la corriente.
Regresa
Hay un peso innombrable en cada mirada tuya
persiguiendo mi sueño perdido.
Un desafío entrañable
al iniciar el día contigo en cada recuerdo.
Una herida invisible
al caminar este odioso mundo sin ti.
Regresa amado, hermano, hijo,
compañero, ciudadano, inocente mío…
de la trinchera
la fosa común
del río
la cueva
el océano
la montaña
la cadena
la llanura
del pico del gallinazo
o la morgue que no sabe quién sos.
¡Regresa por favor!
Ficciones
Recuerdos de realidad mezclados con ficción sobre una infancia típica, geografías urbanas del sufrimiento. Un parque, columpio, hombre empuja una niña de tres años que observa la forma de las nubes blancas con la boca abierta, en silencio recuerda que extravió el color azul cielo hace unos días. Su sonrisa y capul cubriendo los ojos de niña con padre en tarde de domingo, carruaje con caballo de madera, fotografía, todo lo que queda. Única imagen junto a su esbelta estampa, antes que huyera de balas con nombre propio. Nadie volvió a verlo excepto ella en sus ficciones, llevándola a comer un helado, visitando su vida cada fin de año, defendiéndola de los buitres que andan en dos patas y se parecen a los hombres. ¿Dónde sus huesos insurgentes? ¿Cuál el tono de su voz frente a la vida? Sólo en sus ficciones tendrán respuesta, en la ruina de sus recuerdos hecho palabras.
- De Paisaje inacabado. Antología de poesía colombiana reciente. 2020. La Pájara Pinta:
Variaciones de una cuerda floja
(fragmentos)
El indicio del final, olor industrial a ruina que comienzan a adquirir todas las cosas. Las palabras transitan medio muertas, medio vivas. Se tambalean en la cuerda floja de la existencia, miran a un lado, al otro, logran volver al equilibrio de la cuerda. Sólo es cuestión de escoger cuándo, cómo caer, por cuál hemisferio, hacia cuál precipicio.
El derrumbe sucede sin expectación, tampoco vacila, es rotundo. La huella de la lluvia indica presencia de sus alas. Ha caído cerca de mis ramas. Lo cubriré con un par de hojas, para que la luz no fulmine su mirada y descanse su fragilidad cerca de mis flores, sus palabras. Cavar un hueco para llenar la costumbre de nuestras manos. Entre ambos retiraremos los escombros del camino.
Carolina Ruales.
Caleña. Politóloga de la Universidad del Valle, trabaja con comunidades en temas relacionados con derechos humanos y construcción de paz, actividad que combina con la escritura. Publicaciones: Trébol de cuatro hojas, Poesía (2014); Amores Urbanos (2015), Mango Biche Ediciones; Paisaje Inacabado (2020), Antología de poesía colombiana reciente, La Pájara Pinta. Su primer poemario individual se titula Lírica 75 mg (2018), Colección Cantarrana de Poesía de la UCEVA. Tercer puesto en el XII Concurso de poesía inédita de Cali 2017.
Como siempre versos certeros y llenos de pasión…., felicitaciones!!!!
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