Carolina Ruales

Lyrica 75 mg

 Soy el poema que el llanto diluye

premisa de sueños borrosos

que no puedo ver

por el astigmatismo.

Mi alma convulsiona de modo permanente

no soy epiléptica.

Habito un rostro que grita

el silencioso dolor

minúscula electrocución por minuto

en sus autopistas neuropáticas.

Las punzadas de miedo

surcan mis mejillas osadía

rodean mis ojos huracán

y atraviesan mi mandíbula de lata reciclada.

Pero todos los días debo respirar

actuar y ser alguna yo.

Entretanto…

La Pregabalina me la ofrendan en el hospital

dos líricas de 75mg. por día.

Una para asumir la mañana

preámbulo

del día descalzo sobre el fuego

en este incendio de ciudad

nervaduras  sin cubierta.

Otra para la noche

abrebocas del sueño inducido

olvidar el horror

que trae la conciencia

de no ser una piedra.

Cuando el trigémino hace de las suyas

en mi rostro de no creer

el fármaco dialoga con mis nervios

abarcan esta cara como una armadura

la abrazan líricamente con sus fallas.

En esos instantes

de típico desasosiego femenino

observo el empaque de la muestra médica

asombra la belleza de su nombre

el más hermoso posible

¡Lo juro!

para un fármaco anticonvulsionante

-especial para poetas- me dije.

¡Oh¡ Lyrica 75mg.

en tus componentes encomiendo

la música de mi espíritu

el fulgor de mis ojos

y la tendencia de mis palabras.



La última palabra

 Una hoja seca cae

sobre mi mano que cierro

para regalarme el crujido de la tierra.

Una planta crece

en la comisura del andén

otra se yergue orgullosa

en la grieta del muro enmohecido.

Aquella laguna sobre la montaña

sabe aquietarse para permitir

el violento romance de las libélulas.

Un reloj averiado

hallado en el basurero

por un niño descalzo

que detuvo el tiempo en su muñeca.

La fotografía de un muerto

que fue tan amado

descubierta en la billetera.

El pan viejo que calma

la fatiga del desposeído esta noche.

Una casucha a punto de caerse

en la periferia del abandono

mientras una familia ríe dentro

sublimando la gracia

de tenerse unos a otros.

La carta de amor recibida

en el instante solitario del alba

en que solías considerar

abandonar el mundo por tu cuenta.

Estar aquí

desapercibida

navegando el iris húmedo de esos ojos

escudriñando en alguna de sus orillas

un pretexto para amarlo.

El instante del peor recuerdo de infancia

que se olvidará mañana

con el primer despunte de luz

sobre tus heridas.

El regalo de un libro que nadie leyó

pero estaba bien escrito.

Ese café justo antes de enfriarse

al primer sorbo de amor en la mañana.

El aleteo final de una mosca

antes de aterrizar en la sopa caliente

que no apetecías.

Los zapatos viejos en su último andar

por las calles  de la indiferencia.

Aquel tacto sin titubeos

en la piel de quien aún merece ser amado

pero lo ignora.

Ese sabor del cigarrillo

antes de alcanzar el filtro de la muerte.

El olor obsceno de la vida

antes del que parecía y no fue

el último aliento.

El momento intuitivo y noble

sientes haber dicho todo

a la vez nada

y escribes para que nazca

con anhelada belleza concedida

la última palabra del poema.



Destinatarios

Escribo para quienes dentro

perciben la falta de algo valioso

se dejan tentar por desmanes y misterios

latentes en el rostro del vecino

quisieron ser

no fueron.

Los postergados

segundas opciones

esos que viajan siempre en bus

tienen los mismos tenis rotos de hace cinco años.

Escribo por los que no tienen ni idea

para quienes la valentía es algo que

aún desean conocer.

Para los que ignoran una biblioteca por dentro

en las repisas de sus casas

más porcelanas que libros.

Escribo para las madres

esperan ficha en Bienestar Familiar

para radicar una demanda por alimentos.

Nunca disponen tiempo para leerme.

Por las abuelitas, rostros del tiempo

aún con fuerzas para cocinar

el potaje milagroso de todos los días

mientras sus nietecitos adolescentes

retuercen su intelecto por tender una cama, cocer un arroz.

Por los extraviados entre faldas y vahos impúdicos

juegos o sumisiones peligrosas

ideologías, dogmas, fanatismos

libros, grandes autores o poetas.

Especialmente escribo

para una buscona irrecuperable de sosiego.

Nunca lo encuentra.

Para mí

mi otra yo

la misma de siempre

la común

la corriente.



Regresa

Hay un peso innombrable en cada mirada tuya

persiguiendo mi sueño perdido.

Un desafío entrañable

al iniciar el día contigo en cada recuerdo.

Una herida invisible

al caminar este odioso mundo sin ti.

Regresa amado, hermano, hijo,

compañero, ciudadano, inocente mío…

de la trinchera

la fosa común

del río

la cueva

el océano

la montaña

la cadena

la llanura

del pico del gallinazo

o la morgue que no sabe quién sos.

¡Regresa por favor!



Ficciones

Recuerdos de realidad mezclados con ficción sobre una infancia típica, geografías urbanas del sufrimiento. Un parque, columpio, hombre empuja una niña de tres años que observa la forma de las nubes blancas con la boca abierta, en silencio recuerda que extravió el color azul cielo hace unos días. Su sonrisa y capul cubriendo los ojos de niña con padre en tarde de domingo, carruaje con caballo de madera, fotografía, todo lo que queda. Única imagen junto a su esbelta estampa, antes que huyera de balas con nombre propio. Nadie volvió a verlo excepto ella en sus ficciones, llevándola a comer un helado, visitando su vida cada fin de año, defendiéndola de los buitres que andan en dos patas y se parecen a los hombres. ¿Dónde sus huesos insurgentes? ¿Cuál el tono de su voz frente a la vida? Sólo en sus ficciones tendrán respuesta, en la ruina de sus recuerdos hecho palabras.

  • De Paisaje inacabado. Antología de poesía colombiana reciente. 2020. La Pájara Pinta:

 

Variaciones de una cuerda floja

(fragmentos)

 El indicio del final, olor industrial a ruina que comienzan a adquirir todas las cosas. Las palabras transitan medio muertas, medio vivas. Se tambalean en la cuerda floja de la existencia, miran a un lado, al otro, logran volver al equilibrio de la cuerda. Sólo es cuestión de escoger cuándo, cómo caer, por cuál hemisferio, hacia cuál precipicio.

El derrumbe sucede sin expectación, tampoco vacila, es rotundo. La huella de la lluvia indica presencia de sus alas. Ha caído cerca de mis ramas. Lo cubriré con un par de hojas, para que la luz no fulmine su mirada y descanse su fragilidad cerca de mis flores, sus palabras. Cavar un hueco para llenar la costumbre de nuestras manos. Entre ambos retiraremos los escombros del camino.



Carolina Ruales.

Caleña. Politóloga de la Universidad del Valle, trabaja con comunidades en temas relacionados con derechos humanos y construcción de paz, actividad que combina con la escritura. Publicaciones: Trébol de cuatro hojas, Poesía (2014); Amores Urbanos (2015), Mango Biche Ediciones; Paisaje Inacabado (2020), Antología de poesía colombiana reciente, La Pájara Pinta. Su primer poemario individual se titula Lírica 75 mg (2018), Colección Cantarrana de Poesía de la UCEVA.  Tercer puesto en el XII Concurso de poesía inédita de Cali 2017.

Carolina Ruales

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