Orietta Lozano

EL SOLAR DE LA NOCHE

La noche herida como una flor de hielo que se rompe,
noche que alcanza los brazos de Dios
y hasta parece que las piedras sangran.


La noche huérfana que juega como una niña con sus lamparitas
a alumbrar las tinieblas de las calles, 
solitaria juega implorando una dulce compañía.

La noche titubeante que regresa al jardín de los cerezos,

se vuelve aguja para entrar al hilo de los sueños

y tiene olor a sangre de manzana.

La noche penitente que se encierra en el ático y se hace antigua

tanteando el ángel olvidado.

La noche desollada que cae al vacío como una piedra desamparada

y cuando se hace humana marca las puertas con los nombres olvidados,

retira su máscara y su rostro viejo tiembla.

La noche temblorosa con sus deditos congelados

tirita sobre un frío abrigo en la espalda del dolor.


ESTRELLAS EN LA NIEBLA

Me vestí con el mismo traje de tu muerte,

y tal vez más desquiciada,

queriendo hallar doble recuerdo,

tomé la mano de mi hija

y la ovillé como si fuera un hongo

o una hoja de papel, en la que no alcancé a escribir;

me hundí con ella,

en el leve vapor del horno

que me legaras en la mañana de un invierno.

Cerramos los ojos, y el mundo siguió hurgando,

buscando gusanos de zafiro.

Del cuervo y la multitud te salvo,

Sylvia Plath,

sé que quieres escapar de las promesas,

encontrar tu agua oscura

y venir a mi legítimo silencio.

Yo, Assia Wevill,

esta mañana, he cambiado

la abyecta hora del reloj,

ahora estoy subiendo las escaleras de tu aldea,

¡vamos, Sylvia,

dispárame!

hallarás tus ovejas en la niebla.


MELANCOLÍA

Un ángel con alas de hojalata,

trae palabras de hojalata

que crujen de amargura,

palabras desnudas con dedos azules,

palabras que perdonan,

tristes en sus manos

caen como lluvia,

se dejan ver entre la niebla,

y ante el tridente ansioso, aúllan.

A veces en el filo del cuchillo,

se encuentra una palabra arrodillada.

La noche toma en sus manos,

 el agua huérfana, que pide ser ángel,

que pide ser lámpara, que pide ser llave.

Cada palabra abrió su ojo,

 vertió su luz.


AZUL CASI PÚRPURA

Es la más luminosa forma de la gracia,

penetra la redondez vacía de la nada,

la grácil curva de la piedra,

la hondura feroz de la caverna.

Cubierta con su túnica

larga y extraviada.

Esta vez irá

por los confines

donde no se nombra a Dios.

El azahar de un día luminoso

la ha despertado

bajo el influjo del olvido.

Agua densa de la ira,

irisada agua del deseo,

yerta agua de la luna muerta,

agua circular y vaporosa del pantano

que se fuga y se borra

entre el presagio de un cuchillo;

agua oscura casi blanca

que espera entre las manos,

agua del temor que se esconde

y precipita,

agua de la oblicua culpa,

de la memoria de la espina,

agua sorda sobre el rostro

del silencio,

agua ciega sobre la escritura

del espejo;

agua que lava las heridas,

que repara,

que abraza y configura

la forma de los cuerpos,

el peso de la muerte.


INTERIOR

Georg Trakl,

tu hermana llora

mientras recorre los dorados bosques

y su sombra se ahoga

en la orilla de los ríos.

El rojo crepúsculo ilumina una alondra

que vaga indefinidamente,

y en la noche como un acto luminoso

y necesario

se enciende una luciérnaga.

El cuerpo se alza liviano

ningún sentimiento lo detiene,

y en un cuarto con olor a Dios y anfetamina

un muchacho sostiene

en su espalda el universo

y muy despacio cierra la ventana.

El viento configura mitos

y la felicidad se acuesta moribunda.

Nadie parpadea,

como si fuera tan fácil escaparse.


EL ÁNGEL DE FUEGO

Yo, el ángel exterminador,

tengo sueño.

Déjame dormir sobre los mares profundos

del decreto extraño de los peces

sobre el fulgor de los acantilados

sobre la huerta del ciprés

sobre la flor blanca de la sal.

Salven al hombre

la tierra sembrada de heliotropos

la escarcha alucinante del jardín

el legado del día primero

insuflando cuerpo a la palabra,

la migaja blanca de la harina.

Ha llegado la cofradía del agua

que lava los pies de la tierra.

Yo el mundo,

el de la perenne cicatriz,

inclino mi rostro hacia el silencio

de las grandes tinieblas de los tiempos,

hacia el esplendor de las aguas.

Salve la grieta olvidada,

donde resurge un jardín que redime.

Aquí una sola raza delira, una sola torre se yergue.


LA RÁFAGA Y EL ESPEJO

Yo soy él, el mundo,

el de eclipses y fulgores,

el inmenso, el pequeño.

Ha llegado la hora

en que se guía el carruaje,

en que se derriba el muro.

Mezclado con el lamento de un Jacinto,

todo se mueve con el zumbido

de las abejas de la guerra,

confusión de lenguas y horizontes,

temblor del bosque en la huida.

Aquiétame, enmudece mi boca que brama,

detén la andanza de mi decrépita ceguera,

déjame dormir en lo profundo de los sueños,

guíame a las azuladas estepas del abismo,

a la entraña inescrutable del oasis.

Yo el mundo, afligido y huérfano,

giro el reloj y lo retengo

en el centro de las aguas prometidas.

Salven al hombre la alquimia de las aguas,

el misterio del espejo y la pupila,

el canto que precede

a la venida de los peces y los vinos.


ALMENAS DE CRISTAL

Reconozco el sendero en la luz de la libélula,

en los bordes del cristal,

y en los ángulos del tiempo.

El mundo está moribundo,

su mano tiembla, su aliento cae,

viene con un candil, quiere alumbrarse,

sus lágrimas están rodando

entre los mirtos de tristeza,

no lo abandones Magdalena.

El mundo está cayendo,

se inclina ante el aceite hirviendo,

camina solo en el desierto,

no lo abandones Magdalena.

Hunde su rostro en la neblina,

tantea ciego la ciega oscuridad,

encorvado carga una traición,

no lo abandones Magdalena.

El mundo sucumbe hermoso,

incrédulo y soberbio,

la luz se apaga y el día pierde el equilibrio.


CÁNTARO Y CORONA

A Caravaggio

Mi rostro decapitado,

quebrantado, oscuro,

alfiler clavado en la

ceniza de la piedra,

sostenido por la triste mano

de un sombrío ángel,

desciende acongojado,

paso a paso,

la estación

de la luz y la tiniebla.

la ventana, testigo del silencio,

miran las manos

ensangrentadas

en el banquete tenebroso.

Gélida antorcha

que oscurece, no te alumbra.

Mi rostro oblicuo, errante,

como un regalo

devorado por el barro

y la biliosa huella,

desciende paso a paso,

cada cántaro,

cada flor de la piedad,

la escalera enmudecida

de la larga noche.

Canto de la grieta,

que te aparta, no te acerca.

Mi rostro en vigilia, insaciable,

como un reloj en la noche,

escribe infinitas veces

la memoria

de la azulada turbiedad.

Es la espuma, es el murmullo

del animal muerto, vuelto amargo.

Es la angustia sin párpados,

sin lágrimas…

es el crimen ciego

que dicta su sentencia.


BAJO LA SOMBRA DE UN JARDÍN

Vuelve Theo mío

una vez más para fugarnos

por los jardines dulces

de tu Vincent, dulce hermano,

fuiste omnipresente

en la noche del crepúsculo.

Pobre Theo mío,

en tu silencio azul

del más azul de los azules

fuiste el pastor callando

la flor más callada del jardín.


BODA BLANCA

En mí laten el aliento del espejo,
el poeta que cava su agujero
y el flujo iluminado
que derrama
la herida de los siglos.

La belleza es un lirio,
Dios, una niña enferma,
el amor, el resplandor de una fisura.



ORIETTA LOZANO

Orietta Lozano

 Cali, Colombia. Libros publicados: Letanía del silencio, La herida de los siglos, Albacea de la luz, Resplandor del abismo, Peldaños de Agua, El Solar de la Esfera, Luminar, (novela), Antología Amorosa, Alejandra Pizarnik, (ensayo), El Vampiro Esperado, Memoria de los Espejos, Fuego Secreto.

Ha sido incluida en diversas antologías, entre ellas: Poesía colombiana, México, Una Gravedad alegre, España, Mundo Mágico, Brasil, Silencio en el jardín de la Poesía, Colombia, Azul casi púrpura, Antología de poetas mujeres, Colombia, Une anthologie immédiate, Francia, Arte Poética, Costa Rica.

Parte de su obra ha sido traducida al inglés y francés. Invitada a Francia a la XIII Biennale Internationale des Poètes por la Fondation Royaumont y al Seminario de Traducción de Poetas extranjeros para la traducción de su libro: Agua Ebria.

Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, con su libro de poesía: El vampiro esperado.

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